domingo, 17 de julio de 2011

Invasor

El veterano piloto uraniano miró por el moderno y carísimo espejo retrovisor izquierdo, fabricado en tungsteno para que no se desprenda a la primera tormenta de meteoritos. Acto seguido, puso el intermitente para avisar que iba a girar. A lo lejos, y rodeado por la hermosa negrura pincelada de estrellas de aquella parte de la galaxia, podía distinguirse ya el divino color azul de la Tierra. El planeta más hermoso de todo el Sistema Solar parecía tener ahora el tamaño de un Burek (moneda uraniana equivalente a diez Parseks, lo que vendrían a ser unos cien dólares al cambio).

Jasper tenía pensado dar un pequeño rodeo por detrás de la Luna, para estudiar con calma y detalle el movimiento del complejo tecnológico llamado “Democracia Total”; un conjunto de satélites de ataque preventivo compuesto por ciento cincuenta unidades equipadas con cabezas nucleares, que giraban entorno a la Tierra describiendo paralelos y meridianos estratégicos. Aquélla maravilla de la ciencia había sido creada 360 años antes por George Bush hijo. Y funcionaba. Podía hacer desaparecer países enteros en menos de quince minutos, como ya se había demostrado el 11 de septiembre de 2091 con Irak, donde no habían entendido nunca el concepto de liberación propuesto por los Estados Unidos en su día. En la actualidad, la zona radioactiva era utilizada por la ONU para ofrecer a los condenados a muerte, vivienda y empleo en pleno centro de Bagdad.

El piloto uraniano sin embargo, no temía a aquellos cacharros terrestres de defensa. Sabía que tal vez funcionaban bien con los grandes Destructores Imperiales de los Osos Chinorris (nombre despectivo con el que se conocía vulgarmente a los habitantes que vivían en la constelación de la Osa Menor). Pero su nave era prácticamente invisible a todos los sistemas de protección que la limitada mente humana pudiera crear. No le sería difícil llegar hasta la misma puerta de la Casa Blanca en menos de seis cientas (el equivalente a unas diez horas terrestres).

Jasper estaba emocionado con su misión. Su madre, con la que mantenía regularmente conversaciones por el MSN del ordenador, también estaba encantada. Perder de vista a su hijo durante una temporada, también ayudaba a mejorar aquellos momentos de felicidad familiar. Apoderado por la nostalgia, y mientras jugueteaba con el botón de los láser frontales, se puso a pensar en la forma idónea de encontrar y matar al Presidente de la Tierra, para posteriormente comunicar a los humanos que la Gran Invasión Uraniana había empezado.

La atmósfera del planeta azul era molesta por su naturaleza densa. Atravesarla siempre le había parecido una lata, aunque hasta seis veces lo había conseguido en otras tantas misiones de reconocimiento. Intentaba hacerlo siempre con el estómago vacío, para no vomitar sobre el centro de control de navegación sideral de la nave, lleno de botoncitos, palancas y lucecitas. Luego le costaba un huevo limpiarlo todo ya que se quedaban restos entre las teclas y apestaba durante semanas.

En una ocasión, se le había disparado un misil de neutrones mientras limpiaba de vómitos el panel de armas. El sistema de detección de objetivos del misil detectó la presencia de un Crucero de Placer organizado por los mamones de Alfa Centauro, que acabó partido en dos. Aquello, que en un principio le hizo tener temblores en el labio inferior durante unos días, acabó con la obtención de una medalla al mérito militar y un curso de Internet gratis para su madre.

La coordenada escogida para efectuar la entrada al planeta Tierra fue horrible. Jasper odiaba la orden gubernamental que obligaba a llevar el sistema operativo Windows 2117 instalado en todas las naves uranianas. Fallaba constantemente por su inestabilidad. Pero el propio Emperador de Urano, Melines el Hacendoso, había negociado on-line la compra del software con Bill Gates Jr. y aunque la empresa de éste no estaba cumpliendo los plazos con las actualizaciones, todo el mundo sabía que alguien se estaba forrando con las comisiones. Resultado; dos satélites de destrucción preventiva totalmente cegatos, electrónicamente hablando, le pasaron tan cerca de la cola que la nave empezó a girar en barrena hasta ponerle los ojos en blanco sobre blanco en un humilde homenaje a Malevitch. Sólo su pericia como piloto y el choque contra una bandada de patos que viajaban al sur estabilizó la nave. Doce aves murieron en el acto, cayendo sobre la sartén de una hermosa labriega de Madagascar.

Tras una comprobación rutinaria de los niveles de aceite y agua, y ya volando dentro del espacio aéreo de China, Jasper puso el piloto automático para llegar hasta Washington y decidió echarse una siesta, hábito que había adquirido en una de sus visitas de espionaje en Sevilla. Antes de dormirse se dibujo en su mente la imagen de su madre vestida con el traje de gitana con lunares que le había regalado y no pudo reprimir una cariñosa sonrisa.

Bip, bip, bip. La alarma. Jasper abrió los ojos y se desperezó un poco. Tenía la trompa totalmente seca. Echó un vistazo por el parabrisas delantero y se le erizaron las escamas. La Casa Blanca estaba cerca. El centro del poder de la civilización terrestre. Los mejores sistemas de defensa del planeta seguían rastreando a posibles invasores enemigos. Idiotas. Jasper estaba cruzando justo por delante de sus narices con aquella maravillosa nave invisible. Redujo los propulsores de isótopos y candor al mínimo, para contaminar menos y dejo a su nave planear elegantemente hasta la mismísima entrada. El aterrizaje fue tan perfecto que los patos supervivientes que habían estado siguiéndole, pensando que se trataba de su difunta madre, gritaron al unísono: CUACK, CUACK!!!

Jasper agitó los párpados, preocupado por el ruido que hacían los putos patos y activó inmediatamente el campo de fuerza. Las aves quedaron atrapadas dentro del radio de acción, para posteriormente ser desatomizados hasta convertirse en neutrones, protones y electrones libres, ocupando menos espacio y reduciendo a cero la emisión de vibraciones sonoras. El ruido, por consecuencia, cesó.

Respiró hondo. Estuvo un minuto alerta, deseando que el affaire Patos Locos no hubiera llamado mucho la atención de los terrestres. Silencio. Más silencio. Lo había logrado. Como una centella se fue al vestuario y se preparó para la invasión. El traje, de color gris plateado, estaba diseñado para estas ocasiones de inminente violencia. Era de un material ligerísimo e indestructible, al igual que el casco. Las botas llevaban unos anchos cordones que servían para la escalada libre y en el cinturón tenían hasta noventa útiles de supervivencia. Jasper activó la alarma antirrobo antes de bajar por la escalera y pisar suelo terrestre. Armado con la más alta tecnología en destrucción, anduvo cauteloso en un primer reconocimiento del terreno. Y mientras encaraba la gigantesca entrada principal de la Casa Blanca, escuchó un ruido que le puso los pelos como escarpias: CRUNCH!!! Jasper nunca olvidará a aquella gigantesca bola de grasa humana pisando su vehículo espacial ultra-rápido hasta convertirlo en una hamburguesa de chatarra. El humano, contrariado, soltó un sonido gutural dificil de transcribir en uraniano, pero que sonó más o menos a “mhierda de ninyo i shus jughetes”. La patada posterior que le endosó aquel tipo a la nave, la envió lejos de su campo visual. Jasper quedó paralizado de terror unos segundos, pero reaccionó al ver la suela del 45 que estuvo a pocas micras de convertirlo en gelatina de color púrpura. La reacción de Jasper fue poco piadosa y el humano mezcló sus moléculas con la de los patos que todavía seguían flotando por allí, debido a la poca fuerza del viento.

Hiperventilado como nunca, con una vena hinchada como una mala cosa, Jasper puso rumbo a la entrada principal de la Casa Blanca, ignorando que su misión ya había terminado. Había matado al Presidente. Pero no lo supo al no tener correctamente actualizada la base de datos de presidentes de la Tierra. Sus antipatías hacia Gates no eran infundadas.

Tal vez fuera el ruido de las alarmantes sirenas. Tal vez la torrencial lluvia que surgió de la nada. Cuando mides tres milímetros de altura todo es importante. Sea como fuere, Jasper salió volando metido en su traje indestructible hasta el nido de una ardilla que se llamaba Chip, con la que se acabó casando después de una corta pero intensa relación…

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