lunes, 25 de julio de 2011

Perdidos II

Nos miramos por enésima vez; Jasper además de frío, sed y hambre tenía herido su orgullo. Desde que nos perdimos no paré de reprocharle el no saber leer el mapa. La verdad es que yo jamás quise intentar descifrarlo y Mendros lo hubiera utilizado para hacer fuego. Hablando de Mendros, éste parecía muy afectado, más por la falta de comida que por el frío glacial que se empeñaba en convertirnos en bonitos mamarrachos de nieve.

- Deberíamos intentar de nuevo encender un fuego Jasper, de lo contrario no veremos salir el sol.
- ¿Lloverá mañana? - preguntó, no sin esfuerzo, Mendros.
- No hay nada seco a nuestro alrededor Divad, ¿cómo quieres encender ese fuego?. Creí que después de la última intentona te dabas por vencido...
- La situación actual es desesperada, o encendemos el fuego o no lo contamos.
- Creo que exageras, y también creo que esto ya no puede empeorar...

En aquel momento un relámpago iluminó el cielo, seguido de cerca por un trueno que posiblemente despertó a todas las criaturas salvajes de los alrededores. Empezó a llover. Jasper podía ser un buen líder, pero jamás ganaría una moneda de oro como adivino. Empecé a rezar las pocas oraciones que había aprendido, para hacer mi entrada al otro mundo con buen pie. Tropecé con la raíz de un árbol y fui a parar de bruces al suelo. Justo un segundo más tarde un rayo pasaba a escasos metros de nuestras cabezas alcanzando su copa y partiéndolo en dos.

Lluvia...lluvia...lluvia. Durante más de una hora aguantamos el tremendo temporal que cayó sobre nosotros. Parecía como si el cielo no estuviera de acuerdo en que siguiéramos adelante con nuestro propósito. Aunque a estas alturas ni nosotros mismos sabíamos qué diablos nos proponíamos. Mi cabeza empezó a dar vueltas, mi cuerpo se cansó de obedecer a mi cabeza y el suelo golpeó con fuerza mi cuerpo.

Oscuridad. Traté de centrar todos mis sentidos. No lo conseguí. Intenté mover mis brazos. No lo conseguí. Sentí miedo, mucho miedo. Nunca esperé nada de la muerte, pero aquello era peor que nada. Era consciente de que estaba muerto, o al menos estaba convencido de ello. De pronto oí algo. Sonidos guturales, de ultratumba, iban acercándose a mí. Aquello era peor que una pesadilla. Súbitamente noté cómo mi alma era sacudida por vientos demoníacos, como las voces crecían en intensidad. El terror que se apoderó mi hizo que mis difuntos párpados se levantaran; ver a Mendros, a menos de un palmo de mi nariz, sacudiendo todo mi cuerpo y gritando como un poseso hubiera sido, en cualquier otra circunstancia, causa de pesadillas durante meses... Sin embargo le besé.

- Puaj !!!. Eso que has hecho es asqueroso.
- Lo siento Mendros, pero no he podido reprimir este impulso. No te puedes ni imaginar de dónde me has hecho regresar.
- Esta bien muchachos, dejad las escenas de amor para más tarde. Tómate esto Divad, te sentará bien. - Me dijo Jasper, al tiempo que me ofrecía un recipiente con algo que desprendía cierto calor.

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