La noche es perfecta. Con una luna y unas estrellas que pondrían el vello de punta a cualquier astrónomo aficionado. Se oyen grillos. O cigarras. O bichos. Y también algún que otro perro con síndrome de Can Cerbero. Pero nada de lobos. El coche se acerca despacio a la casa. Muy despacio. Porque la casa es el objetivo de los ocupantes del coche. Y el automóvil se para. Un coche oscuro, repleto de oscuras intenciones. Para compensar la situación cósmicamente, en la casa pueden apreciarse dos tenues luces...
El
dormitorio es una de las luces que puede verse desde el exterior.
Sobre la cama, Gabriel disfruta de los placeres más terrenales, con
una chica razonablemente preciosa para la cantidad de droga que lleva
en las venas. La chica se agarra con fuerza al colchón mientras
Gabriel se agarra con fuerza al culo de la chica. Todo ello sin que
nadie sufra daño. De momento. Y, bien sea por la droga, bien sea por
la polla de Gabriel, la chica tiene un señor orgasmo y la
irresistible inquietud de gritar:
- OH, DIOS MÍO!
La
noche sigue siendo perfecta...
- Hay luces - dice uno de los dos ocupantes cubriéndose la cara con un pasamontañas.
- Tranquilo. Son los hijos. El chico es un borracho y ella una drogadicta. No serán un problema – contesta su compañero haciendo lo mismo.
- ¿Piensas cargártelos?
- No. Robar a este tipo es una cosa. Y matar a sus hijos otra muy distinta. Con un poco de suerte no estarán ni conscientes...
Gabriel
lee atentamente la Biblia. Es algo casi inevitable. Forma parte de su
naturaleza. Lo hace sobre una cama grande, junto a una chica que
duerme boca abajo, desnuda. La escena puede causar confusión entre
la gente normal. Normal. Pero nada más lejos de la realidad. Gabriel
se centra en la lectura mientras escucha el Canon de Pachelbel, que
suena a un volumen deliciosamente susurrante.
Cuando hace una
eternidad que no duermes, desarrollas toda una jodida serie de
pasiones. Pasión por la música, pasión por la literatura, pasión
por el arte. Lo malo es que, andar despierto por las noches, todas
las noches, me ocasiona de vez en cuando algún que otro quebradero
de cabeza. Nada grave. Nada es nunca lo suficientemente grave. De
hecho, hasta que llegue el día del Juicio Final, nada será
realmente chungo...
Dos
tipos se deslizan en la oscuridad, atravesando un jardín. Es
realmente difícil verlos. Su vestimenta, absolutamente negra, los
camufla de cualquier ojo humano. Llevan pasamontañas y armas. Y
saben usarlas. Las armas. Los pasamontañas los llevan puestos con
dudoso estilo. La parte de arriba les queda como una barretina
catalana. Pero volvamos a las armas. Saben usarlas. No sería la
primera vez. Son atracadores profesionales y su alma ya está
manchada de sangre. No son buenas personas. Les han dado un soplo. La
madre de todos los soplos. Y esta noche entraran en la casa de campo
de uno de los grandes mafiosos de la ciudad, aprovechando que está
de viaje con su mujer. Parece ser que tienen dos hijos, pero también
les han contado que normalmente están muy borrachos o muy drogados.
O ambas cosas. Su estado natural es el coma. En principio no deberían
ser ningún problema para ellos. En principio, claro...
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