lunes, 18 de julio de 2011

Ceyma returns

Bajo a la calle con una sensación de lo más extraña. Veo un coche blanco en la otra esquina. Es ella, sin duda. Me acerco andando. Correr hubiera sido excesivo. Y tampoco se escuchan los carros de fuego. Miro por la ventanilla del pequeño coche y me encuentro a una Silvia espectacular. Coño, pero no me había dicho que se dedicaba a la política? Las políticas son como Esperanza Aguirre o Cristina Almeida, joder. Probablemente deje de ser apolítico las siguientes cuatro o cinco horas…

Aparcamos el coche mientras hablamos de filosofía universal: Qué fuerte! Qué heavy! Esto es una pasada! No puedo creerlo!

Sale del coche y se cambia de zapatos. Lleva un vestido negro de esos que curan el hipo y complementos que la delatan como una nueva clienta de Nunut. Si ella es regidora de lo que sea yo puedo ser presidente del banco mundial. Entramos en el edificio donde vivo desde hace 40 años y subimos por la escalera porque el principal está cerca. Cuando estamos a punto de llegar al rellano, una cabecita familiar aparece entre las sombras; Consu me mira y sonríe. No se han reconocido. Pasa un milisegundo y gritan al unísono. Su abrazo me da mucha envidia. Es inteso. Silvia sólo me ha dado dos besos… bueno, igual han sido cuatro. Pero ese abrazo entre Consu y Silvia es tan auténtico que siento no haber quedado atrapado entre las dos…

Consu me da dos besos. Ya llevo seis. Con ella hace días que comparto correos y fotos. La sensación es distinta. Es como si nos conociéramos de hace muchos años. Unos 30, más o menos. Nos hemos contado la vida por capítulos y existe una complicidad difícil de igualar. Las miro a las dos y las veo más bajitas que en mis recuerdos. Claro que pronto me daré cuenta que mis recuerdos mienten. Entramos en casa. Aparto dos perros y llegamos al comedor. Les presento a Núria, amis niños y no da tiempo de mucho más. Llaman a la puerta. Es Óscar. Si Raúl me genera un buen rollo casi irracional, Óscar me lo provoca racionalmente. Con él he compartido más cosas que con nadie de Ceyma. Su voz atronadora sigue siendo la misma. Llega mi momento de gloria. Y nos fundimos en un abrazo…

Entramos en casa. No veo ni a Silvia ni a Consu. Es lo que tiene vivir en un pisazo de 60 metros cuadrados. La gente desaparece. Escondidas en un rincón sacan la cabeza. Más gritos. Por favor, que lo le abracen, que no le abracen!!! El Canto del Loco estaría encantado de ver la escena; besos y más besos. Le presento a Núria, prueba irrefutable de que hace mucho tiempo que no veo a Óscar. Hablamos todos a la vez, con una sonrisa idiota de felicidad que no se borrará hasta la madrugada o tal vez incluso más tarde. Consu cumple su promesa de cabezonería absoluta y nos compra algo, mientras yo le regalo una cosita que le había prometido por su cumple metiéndola en el bolso de Silvia. Se ríe en mi cara y en mi casa. Dios la castiga y se deja el bolso.

Silvia, que definitivamente ha vendido su alma al diablo y por eso se dedica a la política, se queda dos piezas en negro a juego con el quita-hipos. Óscar pasa de pendientes y collares porque no quiere llamar la atención y yo entiendo y comparto su decisión. Nos despedimos de mi Nuria y mis niños y nos vamos directos a la gloria, metidos en un cochazo que parece un avión sin alas…

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