sábado, 6 de agosto de 2011

Tumbado por vacaciones

Ella

Ella hace magia. Hace años metió un conejo en su chistera y aparecí yo. No digo que ser conejo fuera malo. Pero me gusto más así. Ella también es una gran científica. Hace años recogió mis trocitos, los pegó y ahora soy yo. Ella no tiene la culpa del tamaño de mi nariz. Algunas veces miento…

La primera vez

Miedo. Siento mucho miedo. Primero por ella, a la que quiero con locura. A él todavía no le conozco y me resulta difícil comprender cual es el sentimiento que estoy desarrollando al respecto. Pero de una cosa estoy seguro; deseo que nazca sano. Pero todo va mal. Ha adelantado dos meses su llegada a nuestro extraño mundo. Los médicos dicen que todavía no puede nacer pero él es tan pequeño que no lo sabe. Mientras odio a dos doctoras que me ignoran, mi mujer se retuerce de dolor y sangra cada vez más. No leído ni una décima parte de lo que ella ha leído durante los últimos siete meses de nuestra vida, pero sé que mi niño sufre en cada contracción. Y como las irresponsables no me han hecho caso, ahora tenemos que correr al quirófano porque ya nadie puede parar las ganas de salir que tiene mi hijo. Agarro con fuerza por la espalda a mi vida, que sigue sufriendo. Miro a mi alrededor. Me parece todo tan deprimente y oscuro que me siento desfallecer. Pero no puedo dejarla sola. Ahora, no. Otra bruja tortura un poco más a mi mujer que aguanta con valentía. Y de su fuerza nace un niño púrpura que no soy capaz de mirar fijamente. Me avergüenzo de mi cobardía, mientras se lo llevan urgentemente a la UCI. Y sigo agarrado a las manos salvadoras de mi princesa, para no perder el mundo de vista...

Un beso largo, sabroso y húmedo, es el preludio del paraíso. El sofá no nos parece suficiente. Vamos hacia la cama y, mientras el pasado nos mira desde una bucólica fotografía, me empuja con cariño sobre el colchón. Me desnuda lentamente, besándome con dulzura la piel. Ella lleva toda la iniciativa, mientras yo sigo paralizado e idiotizado a partes iguales. Se desnuda y me resulta imposible comprender si estoy despierto o soñando. Es tan bonita que duele mirarla. Cuando su boca empieza a devorarme, siento que el alma se me separa del cuerpo durante unos segundos. Tengo los brazos y las piernas completamente dormidos, con un ejército de hormigas en su interior. Toda mi sangre se concentra en un tercio de mi cuerpo que, asustado y tembloroso, se abrasa a fuego lento. El tiempo no existe. Dentro de mi mente se gesta un deseo, que no tarda en convertirse en palabras susurradas al oído; fóllame. Y cuando ella se sienta sobre mi, noto por primera vez su maravilloso calor interior, un calor por el que merece la pena morir mil veces...

Estoy subido en un autocar, alejándome. Jamás antes he realizado un viaje como éste y mi corazón está tan triste que no puedo evitar llorar en el andén donde veo desaparecer mi mundo. Como no consigo morirme de pena, finalmente llego a Praga. La casa de mis anfitriones es enorme y bonita. El taller donde debo pasarme los próximos días es un lugar espacioso y con rincones mágicos, plagados de extrañas herramientas, grandes hornos y vidrio de color. El horario me permite salir todos los días a visitar la ciudad pero prefiero quedarme en la habitación, leyendo y escuchando música. Alterno la lectura de dos libros; uno de cuentos de Poe y otro que ha escrito mi primo sobre su viaje a Yugoslavia. Una tarde me pregunto qué demonios hago con el bolígrafo en la mano. Tal vez son las ganas de expresar como me siento. Quizás quiero gritarle a la distancia y no puedo. Puede ser puro aburrimiento. Sea lo que sea, necesito contar todo lo que me está pasando, hacer mi propio diario de viaje, emular a mi primo. El espíritu de Poe está impregnado en la habitación; se ha escapado del libro abierto que tengo sobre la cama. Y puedo sentir la fuerza invisible que va deformando grotescamente mi percepción de la realidad. Y las primeras gotas de tinta del bolígrafo se derraman sobre el papel. Y escribo mi primer relato, Araneam, basado en la estúpida experiencia que tuve esta mañana en la ducha, con una pobre araña que no sabía nadar...

Roto y algo asustado salgo del consultorio del cirujano que acaba de decirme que tengo una hernia inguinal y que debo operarme. Se acabó el gimnasio durante los próximos meses. Menos mal que el post-operatorio coincidirá con las vacaciones de verano y no me quitará tiempo ni a los estudios ni al trabajo, lo que antes me decida reemprender. El tiempo pasa deprisa y me ingresan en el Hospital del Mar. Pido una pizza a la enfermera mientras estoy en ayunas, esperando bajar a quirófano. Luego, explico con una sonrisa el rasurado que me han practicado, para hacer creer a todos que estoy de buen humor. Miento. Odio estar en los hospitales hasta como visitante. Por fin ha llegado mi hora. Me llevan desnudo, sólo tapado por una leve telita blanca, hasta el quirófano. Tengo miedo. Un tipo que se cree muy gracioso me pregunta de qué quiero operarme. Es el cirujano. Si trataba de tranquilizarme con su extraño sentido del humor, no lo ha logrado. Estoy muy nervioso y se lo digo. Acaba de llegar una enfermera y me pincha en el brazo derecho con sumo cariño. Cuenta hasta diez, me susurra con una sonrisa angelical. Uno, dos, tres y el mundo se funde en negro...

Tengo tantas ganas de hacerlo bien que no puedo evitar que mi corazón parezca un tambor de guerra indio. Aunque estoy recomendado, eso no me tranquiliza lo más mínimo. Voy disfrazado de auxiliar administrativo y me siento ridículo. Llego delante de la puerta del despacho, que me parece tan grande como la de un castillo medieval y llamo al timbre. Me abre la puerta una chica que doy por supuesto que es la secretaria. Tiene una cara muy dulce, es bastante más alta que yo y probablemente haga dieta. Me lleva hasta el despacho del gerente, un señor que debe estar rozando la jubilación y que me habla con la seriedad y firmeza de alguien que está muy acostumbrado a tratar con empleados. Yo tengo un dolor de barriga que me está matando, pero consigo tranquilizar mi intestino grueso y empiezo a archivar la montaña de papeles para lo cual me han contratado. Factura doscientos quince, grapada con su correspondiente albarán, va archivada en la carpeta del cliente sesenta. Factura mil cuatrocientos treinta, con su correspondiente albarán, va archivada en la carpeta del cliente ciento dos. El tiempo deja de existir y todo es eternidad. Porque archivar es eterno. Y mi eternidad dura exactamente unas ocho horas diarias...

Estoy paseando por un prado demasiado verde, sin matices, con un cielo demasiado azul, huérfano de nubes. No hace ni frío ni calor, aunque el sol brilla en todo lo alto. Los pájaros cantan, entonando sinfonías que me resultan demasiado familiares. ¿Acaso no es esa la melodía del Blues del autobús? Al pasar junto al arroyo que acaba de aparecer como por arte de magia, bebo un poco de agua y me asusta su sabor tan delicioso. Sucede algo raro. Recapitulemos. Busco entre mis recuerdos. Mi primer hijo. La primera vez que hice el amor. Mi primer relato. La primera vez que me operaron. Mi primer trabajo. No. Nada de eso. Yo acababa de leerle un cuento a mi nieto. A él le encanta que le lea cuentos. Y a mi me encanta verle dormir como un ángel. Hoy se quedará con nosotros. Porque mi hijo y mi nuera se han ido al cine y somos los canguros titulares. La cena no me ha sentado bien. Tengo un molesto nudo en el estómago. Así que le he dado un beso a mi abuela favorita y me he ido a dormir. Y he despertado aquí. Miro de nuevo a mi alrededor. El paisaje ahora parece pintado con ceras. Estoy en un dibujo de mi nieto. El cielo es tan bonito que apetece volar. Volar en sueños, como cuando era niño. Uno, dos, tres y arriba. Me siento feliz y joven de nuevo. Miro mis alas pobladas de plumas y en lugar de sorprenderme, sonrío y doy gracias. Siento el viento, puro, fresco y limpio sobre mi rostro. Y mientras vuelo, alejándome cada vez más del suelo, no puedo evitar sentir una pena muy grande, que me transforma en nube. Y como soy una nube, llueve porque me entristece la separación. Y soy miles de gotas de agua que se evaporan con una luz blanca que intenta consolarme, con la promesa de que algún día les volveré a ver...

My sister... And me

Facebook, ese jodido chivato...

- ¿Quién es Sara García, cariño? - pregunta mi media naranja, con ese tono entre inocente y amenazador que tanto me acojona, desde el ordenador de su despacho.

- ¿Sara García? Nadie. Una conocida del Facebook – respondo entrecortado como un auténtico gilipollas, mientras trato de averiguar cómo demonios ha detectado a Sara de entre los 540 amigos que tengo.

- ¿Nadie? Pues a nadie se le desbocan dos tetazas por un escote de escándalo... Cariño – agrega constatando que no es tonta ni ciega, algo que por supuesto yo ya sabía, después de casi 20 años de matrimonio.

- Creo que no se las puede quitar cuando entra al Facebook, caramelito – respondo con ese sentido del humor tan inapropiado que tengo en los momentos cruciales de mi vida.

- ¿No recuerdo que me hayas hablado nunca de ella... Es una antigua compañera del instituto? - pregunta capciosamente, esperando que los nervios me delaten, puesto que Sara tiene 22 años...

- No, mi vida. Del instituto, no. Creo que me pidio amistad hace unos días a raíz del grupo aquel al que pertenezco... El de Amantes de los Animales en Peligro de Extinción... ¿Recuerdas que te comenté algo?

- Sí, recuerdo que me comentaste que la gran mayoría de los participantes eran contemporáneos de los dinosaurios y yo hasta me reí de tu estúpida ocurrencia. Pero bueno... Como estás tan metido en el tema y yo siempre he sido una persona curiosa... Dime, cariño, ¿las zorras también están en peligro de extinción?

- Estoooo... Pues no lo sé. La verdad, no estoy tan puesto como te piensas. Pero le preguntare a Jorge... Mi vida – respondo con las venas de la cabeza bombeando sangre a chorrazos.

- No, si yo lo decía por tu amiga Sara... Sara García - me dice utilizando un tono de voz que podría hacer estallar toda una cristalería de Bohemia o, en su defecto, un osito de peluche grande.

- ¿Mi amiga Sara? ¿Qué te hace pensar que es mi amiga? - pregunto como un auténtico suicida.

- Sí, cariño. Tu amiga. Tu amiguita, para ser más exactos. Que además de zorra es subnormal, porque acaba de escribir una nota para quedar contigo y echarte un polvo y la ha colgado en tu muro...

- Esto tiene una explicación, caramelito...

- Seguro que sí. Pero a mí ya no me interesa. Haz las maletas, capullo, te vas con otro animal en peligro de extinción: tu puta madre...

¿Quién eres tú?

¿Me lo preguntas en serio? No creo que realmente quieras saberlo. Te costará encajarlo, créeme. Soy el jodido Centro del Universo. El Observador de todo lo que me rodea. Tú existes única y exclusivamente porque yo te contemplo. Cuando yo duermo... flop... pasas a ser nadie. Nada. No me preguntes por qué duermo. No lo sé. Y los putos empíricos, esos científicos de mierda que nos cuentan que hace 4.500 millones de años que se formó la Tierra tampoco. No tienen ni idea. 4.500 millones de años. Qué fácil es decirlo. Y ¿por qué no 5.600? ¿O 7.000? Alguien debería sacar la basura de su cerebro...

Por donde iba. Ah, sí... hablaba sobre quién soy. Porque tu lo preguntaste. Te atreviste a preguntarlo. Querías respuestas y yo voy a dártelas. Empezaré por el principio, hace 4.500 millones de años. Nos han jodido. No recuerdo apenas nada de mis primeros años de vida, salvo despertarme junto a una zulú y llorar mucho. Dormir, comer, cagar. Dormir, comer, cagar. El cerebro humano debe sentirse orgulloso de semejante logro. Mi infancia fue feliz. Feliz es la palabra. Era tan afortunadamente ignorante, tan alejado y abducido de la realidad, tan protegido por mis padres del repugnante entorno que tuve una infancia de puta madre. Creí en los Reyes Magos hasta 4º de EGB. Ahora en 4º los niños ya se la pelan con fotos de Beyonce. Yo tuve infancia, joder. Yo jugué. Yo soñé que volaba...

Mi adolescencia ya fue otra cosa. Granos. Muchos granos de pus. Me encantaba reventarlos contra el espejo. Era asqueroso. Los médicos, esos grandes pozos de sabiduría me decían “eso cuando hagas el cambio se te va”. Llevo toda la puta vida esperando el cambio. Pero volvamos otra vez atrás en el tiempo. La sangre alterada, las hormonas bombardeando mis testículos y serias dificultades para encontrar mi sentido de la orientación sexual. A los 17 años, sin haberme comido un rosco en la vida opté por una salida digna: me hice hermafrodita, que es una palabra que me gusta bastante. Yo fui unos de los primeros neandertales del frikismo pero Santiago Segura se llevo los laureles. Sin embargo, años más tarde, yo me quedaría con la mejor de sus Torrente...

Cada vez que me he enamorado me he casado y he tenido un hijo. Es un patrón de comportamiento. Nunca he dado el primer paso para eso de la paternidad. De hecho, si alguien hablaba de chupetes, yo me escondía en la nevera, en el cajón de las verduras y los cobardes. Pero eso fue hace tiempo. En una galaxia muy lejana. He aprendido que el miedo a perder lo que más amo, que paradójicamente son mis hijos, me lleva a la ira, una ira incontrolable; y la ira se transforma rápidamente en odio, un odio visceral y exterminador; y ese odio me sumerge en lo más profundo del Lado Oscuro. Lo jodido es que me siento muy a gustito en el puto Lado Oscuro. Me siento fuerte. Me hace fuerte. Si alguna vez muero, cosa que dudo mucho porque eso significaría el fin de tu existencia, me quemaré en el Infierno.

El Infierno existe. Está demostrado empíricamente... igual que el color de la piel del Tiranosaurio, la existencia de Jesús de Nazaret, la galaxia de Andrómeda (donde pienso ir a veranear en agosto si le cambio las ruedas al Trasbordador Espacial) o de qué color era la mierda que cagaba un Triceratops, por cerrar el círculo en el Jurásico.

¿Sabes? Realmente no sé quién soy. No tengo ni puta idea de para qué estoy aquí. No sé dónde voy. Y sinceramente, me importa muy poco. Lo único que sé con toda seguridad, es que soy el jodido Centro de Tu Universo. ¿Es duro, eh? Absolutamente todo... TODO... me rodea, me envuelve, gira a mi alrededor... y eso me hace terriblemente poderoso. ¿Qué quién soy? Soy aquél que te da la vida solo por el hecho de observarte... llámame Dios, si eso hace sentirte menos insignificante...

Hombre con suerte

La Escalera

Un hombre desnudo sobre la nieve. Hecho un ovillo humano. Un mar de nieve. Un inmenso manto blanco, inmaculado. El hombre, tirita de un frío descomunal. Inhumano. Siente como las agujas del horror le atraviesan todo el cuerpo. El dolor en estado puro. Quiere morir lo antes posible. Dejar de sufrir...

- No puedes morirte, imbécil. Ya estás muerto...

La voz le llega clara y rotunda. Le envuelve. Le rodea y a su vez sale de su propia mente. Trata de articular palabra. De transformar sus pensamientos en voz. Pero el dolor no le permite mover ni un músculo de su mandíbula...

- No necesito oír tu voz. Puedo escuchar perfectamente tus pensamientos...
- Quiero morir – piensa. Por favor... no soporto este dolor... quiero morir.
- De eso ya hemos hablado, ¿recuerdas? Estás muerto. No puedes remorirte. Ese verbo no existe en ninguna lengua.
- Dios Santo. ¿Dónde estoy?
- Ya tardabas en nombrarlo. Tengo que darte otra mala noticia. Estás en el Infierno... concretamente el mío.
- ¿En el Infierno? ¿Con este frío de mil demonios?
- Exacto. ¿Qué quieres que le haga?... Has llegado en invierno... Espérate al mes de agosto y ya me contarás...
- Pero... Pero... ¿por qué? Yo he sido una buena persona...
- Ya. Eso dicen todos. Mira, reclamaciones las mínimas. Yo vengo a ser un funcionario, para que nos entendamos. Pero si te sirve de algo, te diré que estás aquí porque así lo has decidido tú.
- ¿Yo?
- Sí. Siempre creíste que tantas pajas te llevarían al Infierno. Ese convencimiento se ha materializado y aquí estás. Congelándote de frio toda la eternidad...
- Pero dijiste que en agosto...
- Muy cierto. En agosto te abrasarás toda la eternidad. Muy pronto verás que aquí el tiempo es relativo. Con un poco de suerte podrás hablar de ello con Einstein...
- Pero no es justo...
- Tienes razón. Pero tú lo creíste. ¿Has oído alguna vez eso de que la fe mueve montañas? Pues es cierto. Y tiene cojones que lo diga yo, pero es lo que hay. De todos modos, me tomo algunas licencias cuando veo cosas raras. Hablando en plata, pienso que no deberías estar aquí. Alguien tan idiota como para creer toda su vida que debe ir al Infierno sólo por hacerse pajas merece estar en el Cielo. Pero antes deberás pasar por el Purgatorio. Lo siento. Yo no escribí las reglas. Hay una escalera que lleva al Purgatorio. Encuéntrala y lárgate de aquí de una puta vez...

La voz desapareció. El dolor se intensificó. El descomunal frío volvió a invadir toda su existencia. O mejor dicho, su no-existencia. ¿Cómo iba a encontrar la escalera si apenas podía pestañear? Su cuerpo estaba congelado. Y hasta donde alcanzaba su mirada, solo se podía ver un manto inerte de nieve. Claro que no se había girado en ningún momento. La escalera podía estar justo tras él. Era la única alternativa al dolor eterno. Se dejó caer hacia delante. Su carne sintió las garras de la nieve sobre sus brazos, sobre su espalda, sobre su piel. Sus ojos se abrieron como platos al ver una gigantesca escalera de caracol a poco menos de 10 metros de donde estaba.

Es difícil calcular qué tardó en recorrer esos 10 metros. Media hora sobre la nieve helada, bajo el sufrimiento absoluto puede ser toda una eternidad. Arrastrándose entre el dolor y la esperanza, ganando milímetro a milímetro al horror, fue acercándose a la brillante escalera de caracol. Una escalera que desprendía algo parecido al calor. Cuando sus manos por fin la tocaron, todo su cuerpo sintió un alivio indescriptible en términos puramente humanos. Pudo levantarse por primera vez en mucho tiempo, o en el concepto de mucho tiempo que recordaba de su otra existencia terrenal. Y mientras empezaba a subir lentamente la escalera que le llevaría al Purgatorio, notó como se le clavaban en los huevos unos cuernos salidos de la escalera de caracol. Y aceleró el ritmo de la marcha entre las risas diabólicamente divertidas que le perseguirían durante los próximos diez mil peldaños...

Nutopia Flims presenta...

Hace mucho tiempo, y en una galaxia muy lejana, estaba yo viendo El Planeta de los Simios del gran Tim Burton. La peli original, la del 68, la de Cornelius y Cyra, aquella donde Charlton Heston podía fumar en la cabina de su nave espacial sin miedo a la Ministra de Sanidad, me sigue pareciendo sencillamente deliciosa. “Quítame las manos de encima, mono apestoso”. Una jodida delicia. Y qué decir de Tim Burton. Me he visualizado tantas veces remojando mis pies en su piscina que tarde o temprano el universo se confabulará para que mi sueño se cumpla. Y Helena me servirá un cóctel refrescante. Podría enumerar una docena de películas de Tim Burton que me han gustado pero probablemente no sea imprescindible. El caso es que viendo esa película, con ese monumental presupuesto, con esos sorprendentes guionistas, con todo ese equipo de profesionales, con ese pedazo de director, me pregunté: ¿Se sentirá avergonzado Tim Burton por haber dirigido y realizado semejante montón de mierda?

Estuve dos noches sin dormir, analizando la cuestión. Finalmente tomé una decisión que, probablemente algún día, cambiará la historia del cine español (todavía no he valorado si para bien o para mal). Si al bueno de Burton no le avergonzaba hacer versiones tan espantosas de películas tan maravillosas como El Planeta de los Simios, yo tampoco iba a sentir vergüenza por producir mis primeras y minúsculas creaciones en formato audiovisual. Sin formación ni criterio alguno. A pelo. O en pelotas, que también vende. Pero nos faltaba un nombre para semejante proyecto. Quise vincular la marca de complementos en vidrio que trato de gestionar (Nutopía) al proyecto que acababa de nacer de una idea completamente loca. Y siempre me ha gustado un chiste bastante idiota que dice algo así: Toda la vida llamándolas “pinículas” y ahora les dicen “flims”. Sencillo. Directo. Absurdo. Así nació Nutopía Flims.

Como ya he dicho, tengo una extensa formación nula en técnicas audiovisuales y cinematografía. Incluso reconozco que, de adolescente, me gustaban Bud Spencer y Terence Hill o Andrés Pajares y Fernando Esteso (¿quién puede olvidar películas como “Les llamaban Trinidad” o “Los Bingueros”?). Pero a pesar de que yo era al cine lo que Bush a la paz mundial, empecé a juguetear con las imágenes en acción. Sin pretensiones. Sin prisas. Sin presiones. Sin presupuesto. Con una dosis de analfabetismo audiovisual importante pero sin miedo ni complejos. Tim Burton me había enseñado que la vergüenza es algo relativo. Algún día mi biógrafo me definirá como un hombre hecho a sí mismo. Quizás por eso estoy tan mal acabado.

Han pasado ya tres años que probablemente merezcan otro artículo. O varios. Nutopia, nuestra empresa de complementos en vidrio se conoce principalmente por sus creaciones en bisutería y joyería en vidrio pero también por los audiovisuales que hemos producido, mostrando lo que hace Núria, (mi epicentro de todo), cómo lo hace o simplemente buscando una excusa para pasarlo bien con la inestimable ayuda de nuestros colegas. Todo ello con unos medios técnicos más propios de Pedro Picapiedra. El año que viene igual mejoramos un poco en ese aspecto. Probablemente hagamos un esfuerzo para conseguir tecnología del siglo XXI. Queremos presentar, con el genial Hugo Izarra de por medio, un falso documental sobre el mundo del reciclaje en la tercera edición de Reciclamadrid, donde ya hemos tenido la suerte y el honor de proyectar dos de nuestros cortos en los últimos dos años. Basura Humana y Reciclator. Dos cortos que difícilmente encontrareis en el Top Manta. Merecen otro artículo. Pero tiempo al tiempo...

* Publicado en Delirio gracias a la generosidad infinita de su directora...

My brother

Human Trash

Las doce de la noche. La maldita hora de las brujas. Un bar de ciudad. Un nombre curioso. El Paraíso. Y sólo dos personas en ese paraíso. Desgraciadamente están vestidas. La camarera, con una paciencia infinita, soporta los últimos estertores de su cliente. El cliente, acostado sobre la barra, apura el último trago de algo que debe llevar mucho alcohol. Su tráquea está inmunizada. Su hígado sigue sufriendo en silencio. Otro drama urbano...

- Ponme una copa más, Joana... - pide el cliente con apenas un susurro de voz.
- Esa no es una buena idea, Roc. Has bebido demasiado – contesta ella con dulzura.
- Una más, por favor. Una más y me largo. Sólo una puta copa más... - suplica él.

Joana conoce la triste historia de Roc. Tal vez por eso le sirve una puta copa más. Roc se la bebe. Porque sabe que sólo bebiendo en abundancia su mente no le tortura con lamentables recuerdos. Sólo bebiendo a mares su cerebro se sumerge en un océano sedante, frío y libre de peces. Un océano muerto que desde hace meses oscurece el ya tenue brillo vital de Roc. Un océano negro como la realidad que, una vez más, envuelve lentamente al pobre muchacho...

Roc despierta. Está tumbado sobre algo que bien podría ser una cama. Evidentemente no es la suya porque huele bien. Echa un vistazo a su alrededor sin apenas mover la cabeza, en un gesto camaleónico que no le honra. Todo está terriblemente oscuro. Silencioso. Lo que más le preocupa a Roc es la ausencia de dolor de cabeza. Lleva meses con la desagradable compañía del dolor de su cabeza todas las mañanas. Lleva semanas con una jodida resaca diaria. No sentirla le hace pronosticar lo peor, porque el cerebro es cruel por naturaleza...

- Levántese, por favor – suena una voz en la cabeza de Roc.
- ¿Eh? - balbucea Roc sorprendido.
- Levántese. No tenemos todo el día – repite la voz.

Roc se incorpora, duda hasta dos veces en un breve espacio de tiempo y se levanta. Delante de sus narices aparece, entre la penumbra, una mesa con un tipo detrás. El tipo, de inquietante aspecto, le señala una silla, invitándolo a sentarse. Roc obedece sin oponer resistencia.

- Muy buenas – saluda el tipo a Roc.
- ¿Estoy muerto, verdad? - pregunta Roc alarmado pero sin tapujos.
- ¿Le parezco una enciclopedia, señor Roc? No. Y ¿sabe por qué no? Yo se lo diré. Porque no soy una jodida enciclopedia, señor Roc – contesta el tipo.
- Oh, Dios mío, estoy muerto... - afirma Roc, lloriqueando.
- Por favor, señor Roc. Deje de gimotear como una nenaza. Y escúcheme bien. Le voy a contar una historia fascinante. Mi historia. Yo soy un Reciclator. Mi función vital es reciclar la basura. Mi especialidad, la basura humana... como usted. Es un trabajo asqueroso pero a) Alguien tiene que hacerla y b) De alguna manera me pagan bien. Si consigo reciclarlo, y no hablo de mejorarlo convirtiéndolo en una babosa, lo puedo reinsertar en lo que usted llamaría su realidad. Si no consigo reciclarlo... bueno esa es una triste historia llena de fuego, dolor y tinieblas...
- Cuéntemela... - suplica Roc. Soy una persona curiosa...
- Acompáñeme – le ignora Reciclator.

Reciclator lleva a Roc a un lugar extrañamente familiar, decorado por un interiorista que tuvo alguna pesadilla sobre un taller artesano o un laberinto con muchoes Minotauros. O ambas cosas. Roc observa a varias personas trabajando en el lugar. Los trabajadores, con movimientos repetitivos y armónicos, no levantan la cabeza de lo que llevan entre manos.

Reciclator acompaña a Roc hasta una mesa donde un muchacho delgado y febril, calienta vidrio en un soplete mientras murmura constantemente el nombre de Wellington. Aunque se muestra hábil con las manos, da señales de que su tren del razonamiento descarriló en algún lugar lejano.

- ¿Quién es? - pregunta Roc. Me resulta familiar...
- Lo dudo – contesta Reciclator. Se trata de Ferran, un auténtico despojo humano. Fumador habitual de pieles de plátano. Cuando llegó aquí no recordaba ni su nombre. Le hice creer que era Napoleón Bonaparte para mejorar su autoestima y al principo funcionó... pero desde hace dos días, cada vez que se le rompe una figura de vidrio acusa al Duque de Wellington.
- ¡Maldito Wellington! - grita Ferran al romperse el caballo que estaba haciendo en ese momento. ¡TE MATARÉ, MALDITO BASTARDO INGLÉS! - ruge con una buena dosis de ira incontenible.
- Enfermera, una mamada al vidriero loco para que se calme, por favor – ordena Reciclator. Ya ve usted que nos gusta tratar bien a nuestros clientes, por llamar de alguna manera a toda esta gentuza...

Roc tarda algunos segundos en alejar su mirada de la maravilla de enfermera que acababa de aparecer junto a Ferran... pero la zarpa de Reciclator lo agarra con firmeza hasta llevarlo a un rincón lleno de botellas vacías.

- Bien, bien, bien. Este va a ser, a partir de hoy, su lugar de trabajo. Le voy a contar en qué consiste. Es tan sencillo que hasta alguien tan estúpido como usted lo entenderá. Esas botellas que hay aquí, son una metáfora de todas las que se ha bebido en los últimos meses. Ahora usted deberá cogerlas una a una y grabar sus recuerdos en ellas. Los buenos recuerdos, los malos recuerdos, los recuerdos calientes, los recuerdos de mierda... absolutamente todos.
- Yo no sé grabar – dice Roc algo sombrío.
- Claro, claro – responde Reciclator. Usted no sabe grabar porque no es un aparato de radio cassette, ¿verdad? ¿VERDAD?
- No - dudó Roc.
- Pues ahora SÍ. Porque yo soy un jodido mago. Ahora usted es un precioso aparato de radio cassette, yo le doy al REC – dice Reciclator tocando la frente de Roc - y puede grabar todas esas botellas con sus recuerdos. Empiece y no pare hasta que termine la última de ellas – ordena Reciclator antes de desaparecer.

Roc coge una botella, inseguro de lo que debe hacer con ella al estar vacía por dentro, y la acerca al torno. Sin saber cómo, empieza a tallar en el vidrio el primer recuerdo que pasa por su mente. Es un recuerdo triste. Razonablemente malo. Y difícil de pulir. Una vez terminado ese recuerdo, siente la necesidad de coger otra botella y tallar el segundo recuerdo, un recuerdo tan absurdo que inunda sus ojos de lágrimas. Cada recuerdo tallado en vidrio genera la imperiosa necesidad de empezar a grabar el siguiente. Talla uno tras otro todos y cada uno de los recuerdos que le curtieron el alma. Y los que se la jodieron. El espacio y el tiempo se fusionan en la mente de Roc, dejando de fluir o fluyendo a velocidad lumínica. Incansable, Roc consigue terminar con todas las botellas. Es entonces, después de casi una eternidad, cuando Reciclator vuelve.

- Un trabajo formidable señor Radio Cassette. Impresionante – sentencia Reciclator.
- Me llamo Roc, señor – contesta el muchacho con humildad.
- Roc, sí, claro. Ahora señor Roc, seleccione de todos sus recuerdos grabados los peores... no los malos, los que realmente le han jodido la vida... y láncelos contra esta bonita pared de ahí – ordena Reciclator.
- Pero... pero se romperán... - aporta Roc.
- Es usted un observador nato de las leyes físicas de la naturaleza ¿Se romperán? Pues claro que se romperán, idiota. De eso se trata. De romperlos. De eliminar los putos recuerdos de mierda para poder acabar de una vez por todas su jodido reciclaje y enviarlo de vuelta a la realidad de donde vino... Lo antes posible... Rompa sus peores recuerdos, señor Roc.

Roc selecciona cuidadosamente las botellas grabadas con sus peores pesadillas, sus peores momentos, sus recuerdos de mierda. Y los lanza, uno a uno, contra la pared, destrozando en mil pedazos cada uno de ellos. Y entra en un estado de euforia. Y enloquece lanzando sus peores recuerdos contra la jodida pared. Al cabo de un rato. Cuando termina, se siente un hombre distinto...

- Tome. Ahora me barre todo este estropicio que ha organizado – le dice Reciclator ofreciéndole una escoba.
- ¿Qué? - responde Roc incrédulo.
- Que barra, coño. Que ha dejado todo esto hecho una mierda...

Roc barre sus pésimos recuerdos lentamente, hechos trizas, arrinconándolos en una de las esquinas del lugar. Más tarde aparecen unos tipos muy grandes que los meten en dos carretillas. Reciclator se acerca nuevamente a Roc:

- Con los residuos del vidrio, hacemos una especie de sopa donde introducen a todos aquellos que no superan el proceso de reciclaje. Una sopa deliciosamente caliente...
- Aaah – contesta Roc.
- Te vas – le dice Reciclator con una sonrisa.
-¿Cómo? - pregunta Roc
- Así – contesta Reciclator dándole una enorme ostia que le cruza la cara.

ROC abre los ojos y ve claramente el techo de su casa. Se toca la mejilla. Sabe que ha pasado algo muy grande pero no tiene ni idea de lo que ha sido. Mira hacia la mesilla de noche donde siempre ha tenido un despertador. Son las ocho de la mañana. No recuerda qué día es. Su mente lucha incansable contra algo que no sabe reconocer. Y pierde. Roc trata desesperadamente de saber qué pasa pero sigue sin pasarle nada. Nada malo. No siente dolor en su corazón. Y eso le hace jodidamente feliz. Sonríe. Vuelve a mirar hacia su mesita de noche y entonces la ve. Una botella de vidrio grabado con un tipo que le sonríe. Y cuando trata de levantarse para cogerla, una mano dulce, tierna y delicada le agarra por el pelo estirándole salvajemente mientras le suplica:

- Quédate un poco más, cariño... hoy es Domingo de Resurrección...

Concierto

Creo que tenía 14 años cuando fui a mi primer concierto. Todavía no me afeitaba y eso me hacía muy feliz. Tocaba Iron Maiden en Barcelona, con Accept, un grupo alemán casi desconocido por entonces, de teloneros. Cuando sonaron las primeras notas del tema Fast as a Shark, una sacudida eléctrica me crujió toda la columna vertebral. Mientras pedíamos a gritos un inaudito bis a los Accept, Iron Maiden entraron en escena con todo el equipo y me llevaron al nirvana. Aquello era un puto sueño. Regresé con mis colegas andando, flotando desde más allá de la Plaza Espanya hasta el Clot. Llegué a casa a la 4 de la madrugada pero mis padres no estaban. Y estuve alucinando gracias al heavy metal durante toda mi adolescencia...

En 1998, ya con 31 años, mi adorable Mitad me regaló unas entradas para ir juntos al concierto de Iron Maiden en Badalona. La banda británica había dejado escoger a sus fans, mediante una encuesta en Internet, los temas de la gira. El sueño de todo heavy pureta. Soy incapaz de describir lo que sentí durante todo aquél jodido concierto. Era feliz. Terriblemente feliz. Entramos en el pabellón justo en el momento en el que Churchill nos decía “and never surrender”: Aces High lo llenó todo. Cada temazo que tocaban se vinculaba rápidamente con momentos de mi vida. Fue maravilloso. Revelations o Hallowed be thy name lograron erizarme el vello, ponerme la piel de una jodida gallina. Pero fue mientras sonaban los coros de Fear of the dark, cuando mi cuerpo y mi alma se separaron durante varios segundos...

Hoy estuvimos en Razzmatazz, viendo a Mürfila en directo. Tengo ya 43 años, dato importantísimo para mis biógrafos no autorizados. Confieso que no había oído hablar de Mürfila hasta hace relativamente muy poco. Sigo anclado en los 80 y me gusta. Mi adorable Mitad me la descubrió y Youtube hizo el resto. Fuimos a uno de sus conciertos y su versión de I love rock'n'roll me cautivó. Como soy un buen padre, me regalaron su tercer disco, I love Ü. Así que hoy repetimos experiencia pero conociendo mejor algunas de sus canciones. En el primer tema apenas se escuchaba su maravillosa voz. Afortunadamente, los técnicos lo han resuelto cuando ha empezado a sonar Problemas, un temazo que en directo no tiene nada que envidiar a mi venerada Fast as a shark. Y esa sacudida eléctrica ha vuelto a recorrer mi columna vertebral. Mürfila me ha rejuvenecido 30 jodidos años durante casi una hora y ha dibujado una sonrisa idiota en mi rostro que todavía me dura. Y nos ha regalado un directo auténtico, brutal, único... rock'n'roll en estado puro. Ha convertido su canción Me pones en un jodido himno que nos ha enloquecido y después de tocar algunos de sus mejores temas ha terminado el cocierto con la deliciosa Azul y gris. Y de vuelta a casa, paseando, mi Mitad y yo nos hemos confesado. A ambos nos sucede lo mismo. We love Ü, Mürfila...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Nutopia II

Realidades III

La puerta quedó entreabierta unos diez centímetros, dejando escapar algo más de luz... sin embargo no pude ver a la persona que había detrás de la misma.

- Buenas noches y perdone que le moleste a estas horas. Me llamó Ángel Sánchez y he sufrido un accidente de circulación. Después de andar sin demasiada suerte durante un buen rato, vi una luz y pensé que tal vez pudieran ayudarme. Sólo necesito hacer un par de llamadas, mi teléfono móvil quedó averiado en el accidente...

Obtuve silencio como respuesta. Fuera quién fuese que estuviera detrás de la puerta no me creyó demasiado convincente. Volví a la carga...

- Mire, sé que es muy tarde y que hay mucho desaprensivo suelto, así que le propongo otra cosa. Yo le doy algunos números de teléfono, usted hace un par de llamadas y si es necesario esperaré aquí fuera, en su bonito jardín. ¿Qué me dice?

Obtuve como respuesta más dosis del mismo silencio. No podía esperar más. Mi cabeza, costillas y rodilla seguían doliéndome y tenía que verme un médico. Le suplique:

- Por favor, llame a un médico mientras espero fuera, de acuerdo. O si lo prefiere avise a la policía, pero por lo que más quiera, ¡haga algo!

Mi paciencia es finita, así que después del tercer silencio opté por empujar la puerta con cuidado para no dañar a la persona que había detrás. Para mi sorpresa, la puerta no ofreció ninguna resistencia y me vi dentro de la casa rodeado del mismo silencio, que por cierto, empezaba a crispar mis nervios.

Olesa II

Cerré los ojos con tanta fuerza que aparecieron patas de gallo para hacer caldo a todo un regimiento. Hice un esfuerzo mental. Y entonces lo entendí. Lo vi claro. Diáfano. Nuestro Protagonista iba de estupefacientes hasta el culo. Descarté que se hubiera vuelto loco porque para eso hay que estar cuerdo y nuestro Protagonista vive afincado en la estrecha línea que separa ambos términos. Pero estaba claro que teníamos un jodido problema. Ni cocina, ni lavabo, ni dormitorio… ni Protagonista.

- ¿Quién te has creído que eres para despertarme un domingo a estas horas y decirme que os venga a buscar a una cafetería? Badmilk, badmilk… yo también tengo badmilk – me dijo casi gritando mientras el nudo de mi estómago crecía por momentos.

- Ulises, ¿estás bien? – me sorprendí a mi mismo haciendo esta pregunta tan idiota. Era evidente que nuestro Protagonista había perdido el juicio. He visto documentales donde explican que las drogas de diseño te atacan al cerebro muy deprisa; un buen día eres cantante y artista, y al día siguiente un cubano loco.

JA JA JA… JA JA JA… (aquí iría una risa demasiado larga para mi sistema nervioso) - El que hubiera sido nuestro Protagonista emitió una risotada diabólica. O estaba loco o estaba poseído por el diablo. O ambas cosas. El cortometraje a tomar por culo. ¿O no?. Escuché el ruido de fondo. La jodida cafetería. Estaba con ellos. Hijo de la gran puta. Estaba con ellos. Con el equipo. Que cabrón. Tuve una reacción química en mi cuerpo difícil de explicar para alguien que no ha hecho el COU. Me lo había tragado. Me había desayunado su extraordinaria interpretación. Estaba a punto de vomitar…

- ¿Dónde estás? – me preguntó con su tono de voz más zalamero.

- Quiero matarte, cabrón. Me has dado un susto de muerte – le dije tratando de recuperar algo de riego sanguíneo. Estoy en la calle Roser o algo así – le contesté mientras pensaba que un capullo como yo no podría haberse perdido en un lugar mejor.

- Vas en dirección contraria, cariño. Da la vuelta y ven para aquí. Te estamos esperando – su tono volvía a ser el habitual en él. Dulce. Mi ansia de sangre era sólo equiparable a la de Drácula.

Recuperé el pulso. Respiré hondo. Arranqué el coche y di la vuelta. Aparqué y llegué a la cafetería cinco minutos después. La cara de complicidad de los miembros del equipo que no estaban dormidos era insultante. Vero seguía durmiendo sobre un café con leche. Nuestro Protagonista estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Nos dimos dos besos. Y mientras me tomaba un café tuve el convencimiento místico que esa jodida mañana todo iba a salir de puta madre.