martes, 19 de julio de 2011

El regalo

- No puedo acceder a tus peticiones, Gabriel. Lo lamento mucho.

- Pues yo no puedo seguir viviendo así, Padre. Cada día debo contemplar sufrimiento y muerte injusta. Hombres, mujeres, ancianos, niños… Estoy harto. No lo soporto. Dimito.

- Sabes perfectamente que no puedes dimitir, hijo…

- Pues entonces tomaré partido. No voy a quedarme de brazos cruzados otro millón de años, transportando almas de gente buena de un lugar a otro. Gente que no merece tanta pesadumbre.

- ¿Y que piensas hacer, Gabriel?

- Actuar. Poner orden. Luchar contra el Mal que condena a los hombres y mujeres de la Tierra. Les mostraré el verdadero camino hacia la Luz. Lideraré un ejército contra la Oscuridad…

- No puedes hacer eso, Gabriel…

- Tal vez, Señor, pero voy a intentarlo.

Dios meditó durante unos breves segundos, lo que en equivalencia terrestre significó las dos primeras guerras mundiales y las nueve copas de Europa del Real Madrid. Luego dijo:

- Voy a hacerte un regalo temporal.

- ¿Un regalo temporal, Padre?

- Sí, hijo. Voy a regalarte la Tierra… durante mil años. Pasado ese tiempo volveremos a vernos y en función de los resultados obtenidos veremos que pasará contigo y tus dudas existenciales.

- Mil años me parece poco, Señor…

- Es suficiente. No juegues con mi paciencia, Gabriel. Es finita.

- Está bien. Acepto.

- Pues hasta dentro de mil años, hijo mío.

Gabriel se materializó en pleno centro de Barcelona. Era sábado por la noche y las calles de Las Ramblas estaban a rebosar. Anduvo paseando lentamente entre aquél enjambre de almas de colores y brillos contrastados. Se sentía poderoso. Por fín dejaba de ser un mero espectador de aquella tragedia en versión continua para convertirse en el Pastor del Rebaño, en el Verdugo del Mal. ¿Mil años? Él podía arreglar los problemas de la raza humana en menos de diez. Llevaba pensando en ello mucho tiempo…

- Te veo muy pensativo, gilipollas – le dijo una voz muy familiar.

- Hola Luci ¿qué casualidad encontrarte, no?

- No te creas, idiota. Me ha contado lo tuyo un pajarito ¿sabes? Una paloma blanca, concretamente – dijo mientras mordisqueaba una hamburguesa con mucha cebolla.

- Entonces, también te habrá contado que vas a tener mucho trabajo los próximos mil años…

- ¿Sí? ¿Piensas organizarme alguna guerra? – preguntó el Demonio, expulsando a su vez millones de moléculas de diferentes plásticos sobre Gabriel. Por favor, que no sea mundial… Odio esta jodida globalización… Ya sabes, en el fondo soy un tipo romántico.

- Será mucho mejor que cualquier guerra que hayas vivido, maldito engendro… pienso llenarte el Infierno de Almas Putrefactas.

- Genial. Organizaré una fiesta en tu honor. Con música de los ochenta y granizados de limón. Tráeme a Michael Jackson. Será dabuten, colega.

Gabriel sonrió la estúpida ocurrencia de Lucifer. Y mientras se frotaba las manos, espiritualmente hablando, dijo:

- Perdona, Luci, pero debo abrir mi regalo.

El Ángel cogió prestada una trompeta sin que ninguno de los músicos callejeros le dijera absolutamente nada. Gabriel suspiró. Sonaron unas notas que se mezclaron con el bullicio urbano. Y entonces, la luna llena que iluminaba Barcelona, enrojeció…

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