lunes, 18 de julio de 2011

Ventinueve

Finales de septiembre y Rubianes de gira. No me lo podía creer. ¿Y ahora qué? Para una puta vez que se me ocurre un original regalo de cumpleaños y ese maldito cómico pululando por Cataluña. Yo la quería llevar a cenar, al teatro, reírnos un buen rato y a vivir, que son dos días. Porque aunque hace ya seis años que vivimos juntos y revueltos, nunca hemos ido a ningún teatro. Es lo que tiene ser pobre...

Podía jugar seguro y comprarle algo de ropa. Ella está igual de guapa que cuando la conocí, o tal vez más. Casi con toda seguridad me equivocaría de talla o de color, pero con el ticket en el bolsillo siempre puedes cambiar la prenda en cuestión. Y ella acaba luciendo palmito con algo que se ha escogido, pero que es TU regalo. Pero no. Está vez no. ¿Zapatos?, tampoco. Tenemos zapatos en casa para calzar a medio continente africano. Música, videos, DVD, libros... opciones poco curradas y con poca personalidad.

Una vez superado el trauma de la dichosa gira de Rubianes vi la luz a lo lejos. Salía de un rótulo. Me acerqué y entré en una oficina de La Caixa. Para aquellos que todavía no lo sepan, existen unos cajeros equipados con un software mágico, donde puedes tener acceso a casi todo tipo de info rmación de una red también mágica. Y cara. Los lugareños la conocemos como ServiCaixa.

Después de meter mi tarjeta de crédito busqué teatros de Barcelona. Aunque estaba en un rincón de la pantalla, el gran Liceu de Barcelona la iluminó toda y paralelamente, una sonrisa de satisfacción invadió mi pálido rostro. Pero desgraciadamente, la alegría en casa del pobre dura poco; y tras la pertinente consulta, pude comprobar que la temporada de ópera no se iniciaba hasta finales de octubre, mientras que mi adorable mujercita tiene por costumbre cumplir los años siempre el día 3. Pasé del Liceu.

Seguí buscando. El Tricicle. El destino me guiaba por sendas repletas de una emoción incontenible. Pero nuevamente la tristeza apretujó mi corazón, cuando comprobé que no empezaban las representaciones hasta dos semanas más tarde.

Busqué, busqué y busqué. Muchos teatros, muchas obras y muchas compañías teatrales. Pero no soy un experto. Algunas sonaban bien; Bésame el cactus, Diálogos de la vagina, XXX de La Fura del Baus, pero no era lo que yo andaba buscando. Me agobié tanto que decidí salir a tomar el fresco. Crucé la calle y me dirigí a una oficina de la Caixa de Catalunya. Como estos no tiene red mágica, eché un vistazo a todos los folletos de papel relacionados con espectáculos. Ninguno me llamó especialmente la atención, así que salí compungido y cabizbajo.

Internet, pensé. Buscaré info rmación sobre las obras y si encuentro alguna con una buena crítica la sorprenderé seguro. Internet es una gran herramienta para encontrar información. El problema es que debes saber donde buscarla. Estuve casi tres horas dando vueltas por un par de páginas web que eran lentas del morirse. Encontré excitante información acerca del espectáculo de La Fura dels Baus. Pornográfico y no apto para menores de dieciocho años. O viceversa. Pero no se trataba de MI regalo, sino del suyo.

Creo en las casualidades y en el destino. Bueno, creo que el destino está lleno de casualidades. ¿O es la casualidad la que puede cambiar nuestro destino? Sea como fuere, apareció en un rincón de la pantalla el atractivo anunció del último musical del conocido grupo Dagoll Dagom. Un título con tan sólo tres letras, como tres fueron los Reyes Magos de Oriente, las Marías o los Mosqueteros. POE.

Aquí voy a dedicarme unas líneas a mí mismo, para explicar que demonios sucede con Poe. Empecé a escribir en el año 1994, debido básicamente a tres razones. UNA: Estaba leyendo, disfrutando y riendo con las Peripecias yugoslavas de Josep Ruiz . DOS: Estaba leyendo y disfrutando, pero no riendo, una selección de Relatos de Edgar Allan Poe. TRES: Estaba terriblemente aburrido en Praga. Y tuve la osadía de escribir. A mano. Con un bolígrafo Bic azul...

Al regresar de mi viaje, los relatos quedaron guardados en un cajón de madera durante largos años, hasta que un buen día, fueron hallados por un hobbit llamado Bilbo Bolsón. No, no es así la historia. Encontré yo mismo los cuentos escritos en la capital checa. Y fue mi pareja la que me ayudó a hacer todas las correcciones. Y fue también ella la que me animó a escribir alguno más. Y escribí más. Y eso me hizo feliz. Poe, Josep y Núria. El triángulo estaba cerrado. El destino nos había unido. Tenía que llevarla a esa función. Pensé en invitar también a Josep al teatro, pero me pareció poco romántico...

Regresé al ServiCaixa y busqué el teatro donde era representada la función. El maravilloso y mágico mundo de la informática me permitió escoger el día 3 de octubre. Había dos sesiones. Una, a las cinco y media de la tarde y la otra a las nueve y media de la noche. Como tenemos un niño de catorce meses que por la noche agota más que una maratón cuesta arriba, pensé que era buena idea sacar dos entradas para la primera sesión y no martirizar a los abuelos. No nos engañemos. Las entradas no eran tan baratas como había pensado. Pero mi pareja se merece eso y más. Afortunadamente las más caras se habían agotado. De las caras todavía quedaban. Pulse una zona donde me pareció que podríamos ver bien el escenario. Entradas no disponibles actualmente . Intenté en otra. Todavía no disponibles las entradas. Alucinante. Ahora que el destino me mostraba el camino a seguir, la contrariedad se empeñaba en apartarme del mismo. Lo peor es que tan sólo faltaban seis días para su cumpleaños, lo cual me daba poco margen de maniobra sin levantar sospechas.

Pasó el fin de semana con una rapidez endiablada. Y el lunes, a primera hora, me dirigí de nuevo al ServiCaixa , donde mi destino guardaba el regalo de cumpleaños de mi pareja. Introduje con cuidado mi tarjeta de crédito, para demostrarle que venía en son de paz. En pocos segundos me hallaba delante de la sesión de la tarde del jueves 3 de octubre. Ya se habían agotado las entradas en demasiadas zonas del teatro. Pero había zonas en las cuales residía mi esperanza. Pulse una de ellas, la más próxima al escenario. El servicio informático escogió dos butacas en segunda fila y me preguntó si me parecía bien. Pulse OK, temblando de felicidad. Y por una ventanita apareció mi regalo en forma de dos entradas...

Una vez con las entradas en la mano pensé que, aunque el destino enlazara a Josep, Poe y Núria alrededor de mi emocionante biografía literaria, eso no significaba que a ella tuviera que gustarle la obra de Poe. De repente, un sudor frío cubrió todo mi cuerpo. ¿La estaba cagando de nuevo con mi regalo? ¿Era buena idea llevarla al teatro a ver un musical de miedo? Mis dudas se reunieron con mi zozobra y juntos nos tomamos un par de cevezas en el primer bar que encontramos. Reflexioné. Vamos al teatro. Vamos a ver un musical de Dagoll Dagom. Son conocidos ¿no? Tienen que ser buenos. Sin embargo, sabía que faltaba algo...

Y aquí estoy, a las doce y cuarenta y cinco minutos. Acabando este relato que junto a un corto masaje en las piernas y dos entradas para el teatro van a ser mi regalo de su veintinueve aniversario. Sé que se merece más. Mucho más. Lleva ya demasiado tiempo aguantando a un genio loco como yo. Un superdotado del intelecto humano. Y eso es muy duro. La silla esta dura también. Me duele la espalda. Estoy muerto de sueño. Cansado. Y mañana hay que currar.

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