lunes, 18 de julio de 2011

Los Dados de Dios III

MESOPOTAMIA, 2.700 años antes de Cristo...

Agah era, básicamente, un buen hombre. Un buen esposo, puesto que amaba ciegamente a su escultural mujer. Un buen padre, ya que adoraba a sus hijos más que a nada en este mundo… aunque éstos intentaran, a menudo y sin éxito, sacarle los ojos. Alto, fuerte y robusto, de rostro sonrosado, cejijunto y muy trabajador, se pasaba labrando el campo de sol a sol, como su difunto padre. Era muy querido por casi toda la comunidad, debido principalmente a su carácter afable y a lo barato que vendía los higos, los plátanos y los dátiles…

Gilghames era, básicamente, una mala persona. Alto, fuerte y robusto, de rostro cerúleo, cejijunto y vago, odiaba casi todo aquello que se movía sobre dos patas. Era un tipo mezquino, ruin y envidioso, bueno para casi nada. Una maldita noche, al parecer debido a un turbio asunto relacionado con higos, mató cobardemente, con alevosía y nocturnidad, al bueno de Agah.

El alma de Agah, al salir despedida de su frágil recipiente, fue recogida con sumo cariño por un ángel de luz llamado Maddah que, batiendo sus enormes alas blancas, le llevó en brazos hasta las mismísimas puertas del Paraíso…

Gilghames fue descubierto, juzgado y ejecutado por sus actos, aunque no hay documentos escritos que confirmen que sucediera exactamente por este orden. El alma de Gilghames, al salir despedida de su frágil recipiente, fue recogida con desprecio por un demonio llamado Habbeh que, batiendo sus enormes alas negras, lo arrastró hasta las mismísimas puertas del Infierno.

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