martes, 19 de julio de 2011

Escuela de cocina

A las dos de la madrugada estrecho la mano con Raúl y con Jordi en la intimidad del coche; uno después del otro, claro. Tampoco somos los tres mosqueteros. Y mariconadas las justas. Salgo y me despido de las supernenas que van en el otro coche. Todos se van a Bikini pero yo siempre he sido más de bañador. Por la calle, hago un repaso mental de las últimas horas. Mientras me meto en la cama, no puedo evitar una sonrisa…

El lugar era espectacular. Nunca tuve la más mínima duda. Jordi es un tío que igual nos escribe sin eñes desde Madagascar o sin acentos desde Irán. Rosa Álvarez se escandalizaría, lo sé. Es el tipo de persona al que no te imaginas comiendo en un McDonals, salvo que su hijo le apunte con una pistola de Buzz Lightyear en el pecho. Porque a nadie le gusta ser desatomizado por culpa de un miserable Big Mac…

Sí, es verdad. Faltó gente. Pero también es verdad que cada vez somos más y si es difícil que Ronaldinho vaya a los entrenamientos también lo es quedar todos y nuestras circunstancias adversas un viernes por la tarde en Barcelona. Dejando a un lado a los que chafan su coche y llaman con el tío de la grua al lado, también es cierto que el esfuerzo de Jordi en reservar un lugar en el cielo merecía un sms. No es una crítica. Es un comentario de texto, tratando, una vez más, de homenajear a nuestra querida Rosa Álvarez.

Las fotos de chico Mango que trajo Jordi merecen un capítulo aparte. Si yo he establecido que nuestro Casti se parece a Joey Tempest es porque soy un vidente de la grandeza de Aramis Fuster. Con 21 añitos Jordi era una fotocopia hispánica del cantante de Europe. Presento como prueba número 1, la primera foto del book. Ahora le toca a Jordi colgarlas y compartirlas con todos aquellos coleguitas de Ceyma Returns que no pudieron asistir a la cena...

La comida. ¿Qué decir de los alimentos que consumimos? Yo, que soy un tipo humilde donde los haya, voy poquito a comer a restaurantes de lujo porque luego te cobran y te hacen un siete en la economía doméstica. Sin embargo, y debido a mi edad, que dicho de paso es la vuestra, he estado comiendo en infinidad de lugares de este planeta, porque morir de inanición siempre me ha parecido estúpido viviendo en Barcelona. Bien, como diría mi dermatólogo, vayamos al grano; creo que sólo en dos ocasiones mis papilas gustativas han sentido un placer parecido en tan poco espacio de tiempo. Me quedo con las excelentes tostadas de foie, a pesar del cachondeo que hicimos, el guacamole con salsa de aceitunas, el delicioso atún que hizo que me planteara en dos ocasiones demandar al señor Calvo, unas setas con las que alucinabas y ese magret de pato que estaba como para pedir perdón a la madre del Pato Lucas. Y gracias por no pasarme la salsa de marisco a pesar de mis chistes malos. Sois buena gente.

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