martes, 19 de julio de 2011

Ceyma returns III

Entro en el Tasca i Vins con la esperanza de que me siga alguien. Tengo suerte y percibo un pequeño grupo de no fumadores cerca de mi trasero. Nos acompañan hasta una mesa bastante larga y me queda claro que los que se sienten en las puntas sólo se entenderán a gritos. Como soy un gran estratega, pongo mi culo en una silla ubicada en el centro de la mesa a la espera de que sea el destino el que elija. Acabo flanqueado por Consu y Mada.

Va llegando todo el mundo. Mi radio de conversación queda definido: Maribel, Silvia, Casti, Consu y Mada. A los demás les gritaré con cariño. Las conversaciones se cruzan y es difícil prestar atención a nada. Pasa el rato y nadie mira la carta. La cena es lo de menos. Nos miramos, alucinamos, flipamos, seguimos hablamos de nuestro pasado en Ceyma, de los niños del presente, de los matrimonios de tiempos compuestos… quién coño quiere cenar? Pero acabamos pidiendo, claro.

Llegan a mis manos LAS FOTOS de Virginia. Y aquí voy a enrollarme un poco: debo confesar que tengo almacenados más sentimientos que recuerdos de mi época en Ceyma. Y sin duda alguna, la cena ha algo así como un electro-shock. Vayamos por partes. Veo las fotos y me quedo idiotizado. Y ahora que nadie venga y me diga que ya entré idiotizado y que echarle la culpa a Virginia está feo. Me quedé flipado primero viendo la pinta de macarra que ya apuntaba y luego que en casi todas las fotos estoy rodeado de alguno de vosotros. Vamos, que el falso recuerdo que tenía de niño autista y solitario se deshace en mil pedazos y cada pedazo en otros mil cada vez que veo una nueva foto. Y me siento triste. No tengo recuerdos. El chico de las fotos, rodeado de gente en la playa, es un desconocido para mí.

Pero entonces llega el subidón. No puedo evitar preguntarle a Virginia por qué salgo en tantas fotos. Cuando Virginia me dice que yo era su amor platónico quedo aturdido durante varios segundos, en los cuales recuerdo que Maribel, en la primera cena, también me contó que una vez le gusté entre la clase de Mates de la Ribas y la de Literatura de la Álvarez. Bueno… y en el bosque. Y Óscar, con ese vozarrón que tiraría de un grito las casas de los tres cerditos, me dice: a ti lo que te sucedía David es que eras un pasota que no se enteraba de nada!!! Y mi alma sonríe. Conecta con el pasota. Con el chico que jugaba a La Moviola con sus Madelman. Tal vez algún día recupere mis recuerdos. Tal vez…

Maribola me llama desde el fondo sur. Juro que no recuerdo haberle dado los dos besos reglamentarios en la puerta. Tiene una fotografía en la que salgo, cómo no, con Virginia en la playa. Le da la vuelta a la foto y me dice: que espalda tan bonita tienes, David, jugando con la anécdota que contó Casti en la primera cena. Me hace reir. Nos miramos y telepáticamente decidimos repetir la genialidad que acab de tener con Mada. Funciona y reimos los tres. Y la tristeza se esfuma entre cerveza y cerveza, mirada y mirada, conversación y conversación.

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