jueves, 8 de septiembre de 2011

Realidades IV

- David, te dije que abrieras al chico del supermercado.
- Y he abierto mama, pero no hay nadie...

Elena echó un vistazo, vio que David había dejado abierta la puerta, y comprobó que, efectivamente, no había nadie esperando. Salió hasta el pequeño jardín que tenían enfrente de su casa. Un día espléndido. El sol brillaba con fuerza. Realmente allí no parecía haber nadie, aunque Elena juraría que alguien había golpeado la puerta hasta tres veces. Esa sensación la intranquilizó. Tal vez por eso, el corazón le dio un vuelco cuando una mano se posó en su hombro. Gritó.

- ¿Se puede saber que te sucede? – le dijo su marido.
- Dios santo, Alejandro, me has dado un susto de muerte...

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