lunes, 18 de julio de 2011

Los dados de Dios IV

ZARAGOZA, 1485 después de Cristo…

María había sido condenada a morir en la hoguera por bruja. Algo habitual en la época. Era una muchacha muy joven, muy bella y muy humilde, cuyo único delito había sido deslumbrar al hombre equivocado. La envidia mata, sobretodo cuando además de ser envidiada, eres una insuperable molestia para la doncella más rica y más fea de la comarca. Decenas de repugnantes personas esperaban ansiosas presenciar el macabro espectáculo. Detrás de la asquerosa multitud, tan cerca y sin embargo muy lejos, se encontraron Maddah y Habbeh.

- Que sorpresa verte por aquí, Habbeh – dijo Maddah con una inocente sonrisa. ¿Puedo saber a qué se debe el honor? - preguntó el ángel de luz.
- Es evidente ¿no? Van a quemar a una bruja. Yo haré mi trabajo y recogeré con sumo cuidado su alma. Luego nos daremos una vuelta por el Averno – respondió jocosamente el demonio.
- Perdona, pero has hecho el viaje en vano. El alma de María es mía. Su ánima será llevada al Paraíso porque es una buena persona –dijo Maddah algo más tenso de lo habitual en un ángel de luz.
- Mira, idiota. María es una bruja. Ha sido condenada por vuestra Iglesia y se quemará primero en la plaza y después en el Infierno –replicó Habbeh con una crueldad infrahumana.
- ESA no es nuestra Iglesia, maldito engendro del demonio. Y el alma de María se vendrá conmigo - dijo el ángel con acritud. Te recuerdo que hay unas reglas que cumplir; las almas bondadosas para nosotros; las almas malvadas para vosotros... está escrito – sentenció.
- No me apetece discutir contigo, majadero. Hoy no. Pero nos volveremos a ver... – contestó Habbeh con una mirada rellena de odio.
- No tengo la menor duda – finalizó Maddah, mientras prendían fuego a la hoguera, entre la nauseabunda algarabía de la multitud…

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