lunes, 18 de julio de 2011

Los dados de Dios V

HIROSHIMA, 6 de agosto de 1945...

Maddah echó un vistazo a su alrededor. Cientos de ángeles y demonios estaban ya posicionados, esperando pacientemente el preciso momento para actuar. Nos hemos convertido en algo peor que buitres - pensó. Un extraño silencio se pegaba a todo su ser, incomodándole más si cabe. Iba a suceder algo terrible. Lo sabía. Todos lo sabían…
Maddah notó una presencia familiar a su espalda y se giró lentamente.

- Hola Habbeh – dijo el ángel, saludando con grandes dosis de indiferencia.
- Muy buenas, Maddah. Observo con asombro que vosotros también lo habéis notado – respondió el demonio con cinismo. Aquí va a pasar algo muy gordo, muy… pero que muy gordo…
- Llevamos días percibiendo algo terrible en esta zona. No sabemos exactamente ni qué, ni cómo sucederá, pero creemos que miles de almas quedarán libres en un intervalo de tiempo muy pequeño – reconoció el ángel, con tristeza.
- Qué pena… ¿verdad? – añadió irónicamente el demonio. Corren buenos tiempos para nuestro oficio, ¿sabes? He estado en Alemania, en Inglaterra, en Francia; también pase algún tiempo en Rusia, donde por cierto trabajé como nunca antes lo había hecho. Obtuve un ascenso y todo, chico bueno… deberías felicitarme. Han sido unos años gloriosos – respondió con una sonrisa satánica en los labios…
- Han sido unos años desastrosos. Nunca antes la humanidad había alcanzado cotas de locura y destrucción semejantes –replicó el ángel de luz. Y para acabar de empeorar las cosas sólo ha faltado que vosotros rompierais el pacto…
- Que te follen, Maddah. Yo no he roto nunca nada. No pueden decir lo mismo muchos de los vuestros, que sí se han convertido en cuatreros de almas. Sois tan repugnantes como nosotros… o quizás incluso más. Lo nuestro es genético, somos malos por naturaleza ¿entiendes, idiota? Pero se supone que vosotros sois ángeles buenecitos que no deberían cometer semejantes fechorías…

Un descomunal resplandor interrumpió salvajemente la discusión, tragándose toda la realidad que rodeaba a Maddah y Habbeh. El estruendo que le siguió fue ensordecedor incluso para los seres de luz y de sombra. Durante unos segundos, el tiempo dejó de existir. Y mientras miles de almas flotaban confundidas sobre una Hiroshima carbonizada y en llamas… ángeles y demonios alzaron el vuelo velozmente, ondeando sus crueles e injustas redes, preparados ya para la cacería más grande de la historia…

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