domingo, 17 de julio de 2011

Planeta 13

Por las Libertades XIII, la mejor nave de la Flota de Colonización Terrestre aterrizó en el Gran Desierto Rojo del Planeta 13. Un escuadrón de 200 soldados, armados hasta los dientes y bajo las órdenes del Comandante, formaron junto a la nave. La misión era rutinaria. Convencer a los Habitantes del Planeta que la idea de ser colonizados no tiene porque ser siempre la peor de las opciones. El ejemplo empírico más utilizado por los Humanos era el genocidio. Esa sí era una opción muy desagradable...

Los principales núcleos de población eran estudiados durante meses por las Sondas Espías que eran capaces de analizar y transferir datos a velocidades y distancias lumínicas. Una vez toda esa información era procesada por el Ministerio de Defensa Terrestre, cientos de naves de colonización eran enviadas al planeta. Desgraciadamente, ninguno de los 12 anteriores planetas había sido colonizado pacíficamente. Los habitantes habían resultado ser siempre unos palurdos... Y solo se conservaban algunos especímenes en Zoológicos Especializados.

El Batallón de Vanguardia se dirigió hacia uno de los Centros Urbanos más grandes del planeta. Escondido tras las dunas, el Comandante observó perplejo que las coordenadas eran correctas. Pero donde debía haber una Ciudad Enorme se encontraron con una Casita Blanca de poco más de 8 metros cúbicos. La puerta de madera tenía una inscripción en perfecto español que decía: “¿A qué esperas, guapo? Tengo unas tetas perfectas”.

Los soldados rodearon lentamente la casa, bajo las órdenes del Comandante, un tipo aturdido por los extraños acontecimientos. Los francotiradores apenas tenían visibilidad, debido a la cantidad de compañeros que se apelotonaban frente a ellos en un espacio ridículo. La situación era poco habitual. Dos de los soldados se ubicaron a ambos lados de la entrada, mientras el Comandante se preparaba para derribarla. La patada hizo volar la puerta por los aires...

- Hala, la puerta a tomar por culo – se escuchó desde el interior de la casita.
- Por orden del Imperio Galáctico Terrestre, declaro... -empezó a gritar un sargento.
- … Que te follen, subnormal – acabó la voz sensual que salía desde la casa.

El Comandante entró cabreado en la casita y se quedó paralizado. Una vez en el interior, el espacio se multiplicaba por doscientos. O más. Decenas de vidrieras transformaban la luz del exterior, dándole a la estancia una incómoda sensación de espiritualidad. Montones de libros servían de improvisadas trincheras que ocultaban rincones inquietantes. Y a pocos metros, un Alienígena con forma de mujer escultural totalmente desnuda, pero completamente malva, fumaba un puro mientras cocinaba hamburguesas con cebolla.

- No recuerdo haberles invitado, señores... así que ya pueden largarse por donde han venido – dijo sin apenas mirarlos.
- No necesitamos de tu aprobación. Somos... - empezó a decir de nuevo el sargento.
- … Un atajo de descerebrados. Lo sé. Os estaba esperando, capullo - contestó desafiante mientras le daba la vuelta a la hamburguesa porque no le gustaba muy hecha.

El Comandante, un tanto nervioso, ordenó al batallón que entrara en la casita, ante la perplejidad de la mayoría de los soldados que, desde fuera, todavía no entendían como cabían dentro el Sargento, el Comandante y un Alienígena. La perplejidad aumentaba conforme iban entrando y observaban el tamaño del interior de la estancia y a su Sargento dando por culo a la Alienígena más jamona de toda la galaxia.

- Ya estáis todos dentro, cabrones – gritó la Alienígena entre sacudida y sacudida.
- De momento estamos dentro de tu humilde morada, zorra. Pero danos tiempo y acabaremos todos dentro de tu cremoso coño - contestó el Sargento a punto de correrse.
- Pues mira... Me encantaría que tus 200 amigos me petaran el culo pero no me apetece. Así que mejor me voy que esto se va a poner muy feo en nada...

Las risas de los soldados causaron un estruendo ensordecedor dentro de la enorme estancia. Los rostros de sorpresa se multiplicaron cuando la Alienígena redujo su tamaño al de una Anchoa de la Escala, escapó de los fuertes brazos que la sujetaban y se fue volando por la chimenea. Una vez fuera, le susurró al Vórtice Espacio Temporal que ya podía recuperar su Curvatura Habitual. Y fue entonces, cuando 200 almas se desgarraron en un grito aterrador que, afortunadamente, solo duró unos segundos...

CONTINUARÁ... Cuando vuelvan los humanos...

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