La tarde estaba ya tejiendo el manto azabache de la noche cuando la manada de lobos, capitaneados por George Bush (no confundir con el Presidente de los Estados Unidos de América) se adentraron en el bosque. Sus terribles fauces hambrientas hubieran hecho palidecer al más valiente de los hombres. Incluso a la suegra del más valiente de los hombres. Pero en el bosque mágico nadie sentía miedo. Había algo demasiado poderoso vinculando a todos sus habitantes, desde la pequeña Zarigüeya, que se pasaba el día silbando Hakuna Matata, hasta el fornido Oso Pardo al que le encantaba el sexo anal: LA AMISTAD. Porque desengañémonos, el sexo anal une mucho.
Como de costumbre a estas horas del día, y cobijados por un hermoso sauce llorón, la señora Gacela le estaba practicando una mamada terapeútica al señor Ciervo. De esta manera se relajaban ambos y la Gacela se ahorraba un dineral en chicles. La manada de lobos escuchó el escandaloso orgasmo del Ciervo. Y como un resorte, sus patas se pusieron en funcionamiento a una velocidad endiablada. Cuando tan sólo estaban a cinco metros pararon para observar detenidamente su cena. El Ciervo estaba tumbado en la hierba, con las cinco patas hacia arriba mientras que la Gacela mascaba algo que probablemente no fuera hierba. No parecía estar demasiado preocupada ante su inminente muerte.
George Bush ordenó, con un leve movimiento de cabeza, que dos de sus secuaces acabaran con la vida de la bella Gacela. Él y otros dos lobos acabarían con el Ciervo. La cena estaba servida. Los dos primeros lobos rodeaban a la Gacela, dibujando círculos a su alrededor. Tenían unos colmillos que hubieran hecho llorar a Boris Karloff. Uno de los lobos se lanzó brutalmente hacia el cuello de la Gacela que, mientras éste estaba en el aire trazando una parábola perfecta, le escupió algo blanco y pegajoso en los ojos. Acto seguido agacho la cabeza. El lobo cayó de bruces contra una roca y se desnucó. El otro lobo quedó paralizado por la sorpresa. La fiel amiga Serpiente aprovechó para morderle los huevos al pobre lobo, que después de correr durante 10 kilometros fue atropellado por un tractor de segunda mano.
El resto de la manada estaba demasiado pendiente de la quinta pata del Ciervo como para darse cuenta de la tragedia que estaba sucediendo a tan sólo unos metros. Los dos lobos que flanqueaban a George Bush atacaron al unísono al Ciervo, aprovechando que estaba saliendo la luna llena. En el fondo eran unos románticos. El Ciervo hizo un rápido movimiento de cadera (Elvis Presley, King Creole, 1958, op. cit.) y del golpe de polla le provocó un traumatismo cráneo encefálico al lobo más próximo. El otro lobo cayó mordiendo unas briznas de hierba. Cuando se disponía a intentarlo de nuevo, una veintena de Murciélagos le atacaron, incándole cientos de diminutos dientes. Quedó seco en nada.
George Bush no daba crédito a sus ojos. Por primera vez en su vida dudó. Gran error. Porque el Oso Pardo le provocó un desgarro anal del que moriría horas más tarde desangrado. Y con el honor mancillado. El señor Ciervo, la Gacela, el Oso Pardo, la Serpiente y los Murciélagos fueron a buscar a la Zarigüeya. Y juntos negociaron, sin peleas ni celos ni envidias, una trilogía cinematográfica con Tim Burton. Y todo ello lo hicieron por amistad...
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