Sentí miedo. Estar allí era un error. Mi triste figura temblaba patéticamente, iluminada por algo más de media docena de lunas en forma de focos. Traté de repetirme que estaba allí para demostrar a todos que podía ser como ellos, con un orgullo suicida que tal vez me llevaría irremediablemente a la más dolorosa de las muertes. Mi imaginación hacía horas extras creando horripilantes finales, en algunos de los cuales me recogían del suelo con una cucharilla de café…
Sin embargo reconozco que fui a aquél infierno con la creencia de que no participaría activamente en aquella desquiciada situación debido a mi deplorable condición física. Y casi lo consigo. Estuve escondido durante bastante tiempo, en un silencio tan sepulcral que hacía de un cementerio un lugar bullicioso. Pero sucedió que Brian cayó antes de lo previsto. Así que mi capitán me señaló con su dedo índice y me indicó que me uniera a ellos.
Segundos después, estaba rodeado por un par de tipos que hacían que los gorilas de los documentales parezcan simpáticos koalas. Uno me clavó su codo en el pecho y por unos momentos dejé de respirar. Otro me agarraba las ropas con fuerza para que no me moviera. Perdía el tiempo. Mis pies estaban clavados al suelo y me temblaban tanto las piernas que si hubiera intentado dar un paso se hubieran quebrado mis rodillas.
Entonces vi cómo la lanzaban. Eclipsó a la propia Luna. Iba directamente hacia mi cabeza. Un torrente de sudor impregnó mis ropas humedeciendo todo mi cuerpo. Las cataratas del Niagara cubrieron mi rostro pero lamentablemente Marilyn no apareció. Me quedé paralizado viendo aquella cosa acercarse velozmente en una parábola perfecta hacia mi frente. Cerré los ojos.
Después de verlo en la tele no puedo contarle a nadie que rematé aquél saque de banda. Simplemente el balón chocó en mi cara, sorprendió al portero mientras golpeaba brutalmente mi mandíbula y marqué gol. Luego me desmayé, aunque tuve tiempo de ver dos de mis dientes llegar al suelo antes que yo...
Me desperté en el vestuario tumbado boca arriba, entre cánticos, risas y olor a sudor. Me dolía todo el cuerpo: las costillas, las piernas, la cabeza y muy especialmente la parte de las encías donde antes habían dientes. Alguien de mi equipo me besó en la boca. No importaba, habíamos ganado...
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