miércoles, 3 de agosto de 2011

Realidades III

La puerta quedó entreabierta unos diez centímetros, dejando escapar algo más de luz... sin embargo no pude ver a la persona que había detrás de la misma.

- Buenas noches y perdone que le moleste a estas horas. Me llamó Ángel Sánchez y he sufrido un accidente de circulación. Después de andar sin demasiada suerte durante un buen rato, vi una luz y pensé que tal vez pudieran ayudarme. Sólo necesito hacer un par de llamadas, mi teléfono móvil quedó averiado en el accidente...

Obtuve silencio como respuesta. Fuera quién fuese que estuviera detrás de la puerta no me creyó demasiado convincente. Volví a la carga...

- Mire, sé que es muy tarde y que hay mucho desaprensivo suelto, así que le propongo otra cosa. Yo le doy algunos números de teléfono, usted hace un par de llamadas y si es necesario esperaré aquí fuera, en su bonito jardín. ¿Qué me dice?

Obtuve como respuesta más dosis del mismo silencio. No podía esperar más. Mi cabeza, costillas y rodilla seguían doliéndome y tenía que verme un médico. Le suplique:

- Por favor, llame a un médico mientras espero fuera, de acuerdo. O si lo prefiere avise a la policía, pero por lo que más quiera, ¡haga algo!

Mi paciencia es finita, así que después del tercer silencio opté por empujar la puerta con cuidado para no dañar a la persona que había detrás. Para mi sorpresa, la puerta no ofreció ninguna resistencia y me vi dentro de la casa rodeado del mismo silencio, que por cierto, empezaba a crispar mis nervios.

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