miércoles, 3 de agosto de 2011

Olesa II

Cerré los ojos con tanta fuerza que aparecieron patas de gallo para hacer caldo a todo un regimiento. Hice un esfuerzo mental. Y entonces lo entendí. Lo vi claro. Diáfano. Nuestro Protagonista iba de estupefacientes hasta el culo. Descarté que se hubiera vuelto loco porque para eso hay que estar cuerdo y nuestro Protagonista vive afincado en la estrecha línea que separa ambos términos. Pero estaba claro que teníamos un jodido problema. Ni cocina, ni lavabo, ni dormitorio… ni Protagonista.

- ¿Quién te has creído que eres para despertarme un domingo a estas horas y decirme que os venga a buscar a una cafetería? Badmilk, badmilk… yo también tengo badmilk – me dijo casi gritando mientras el nudo de mi estómago crecía por momentos.

- Ulises, ¿estás bien? – me sorprendí a mi mismo haciendo esta pregunta tan idiota. Era evidente que nuestro Protagonista había perdido el juicio. He visto documentales donde explican que las drogas de diseño te atacan al cerebro muy deprisa; un buen día eres cantante y artista, y al día siguiente un cubano loco.

JA JA JA… JA JA JA… (aquí iría una risa demasiado larga para mi sistema nervioso) - El que hubiera sido nuestro Protagonista emitió una risotada diabólica. O estaba loco o estaba poseído por el diablo. O ambas cosas. El cortometraje a tomar por culo. ¿O no?. Escuché el ruido de fondo. La jodida cafetería. Estaba con ellos. Hijo de la gran puta. Estaba con ellos. Con el equipo. Que cabrón. Tuve una reacción química en mi cuerpo difícil de explicar para alguien que no ha hecho el COU. Me lo había tragado. Me había desayunado su extraordinaria interpretación. Estaba a punto de vomitar…

- ¿Dónde estás? – me preguntó con su tono de voz más zalamero.

- Quiero matarte, cabrón. Me has dado un susto de muerte – le dije tratando de recuperar algo de riego sanguíneo. Estoy en la calle Roser o algo así – le contesté mientras pensaba que un capullo como yo no podría haberse perdido en un lugar mejor.

- Vas en dirección contraria, cariño. Da la vuelta y ven para aquí. Te estamos esperando – su tono volvía a ser el habitual en él. Dulce. Mi ansia de sangre era sólo equiparable a la de Drácula.

Recuperé el pulso. Respiré hondo. Arranqué el coche y di la vuelta. Aparqué y llegué a la cafetería cinco minutos después. La cara de complicidad de los miembros del equipo que no estaban dormidos era insultante. Vero seguía durmiendo sobre un café con leche. Nuestro Protagonista estaba con una sonrisa de oreja a oreja. Nos dimos dos besos. Y mientras me tomaba un café tuve el convencimiento místico que esa jodida mañana todo iba a salir de puta madre.

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