miércoles, 19 de septiembre de 2012

ET no es un extraterrestre (II)


Días más tarde llegó una carta del hospital y resultó ser que una ET no era una extraterrestre buenorra sino una Ecografía Transrectal. Mi amigo pensó que probablemente se trataba de una prueba en la que tenía que quedarse muy recto. Una vez había presenciado cómo le hacían una ecografía a su mujer embarazada y pensó que no le importaría volver a oír ese hipnótico ruidito que hace la máquina. Pum-pum, pum-pum...

El día de la prueba, al despertarse por la mañana, sintió algo. Era una sensación extraña. Como si su idiotez se hubiera disipado lo suficiente como para entender que había alguna cosa que no andaba bien. Desayunó poco y se fue hacia el metro muy recto. Cuando en su smartphone apareció el último vídeoclip de Leticia Sabater su escaso instinto de supervivencia desapareció. Llegó al hospital de muy buen humor. Hasta que le tocó su turno. Oír su nombre le daba cosa desde la época de la escuela primaria. La habitación donde iban a hacerle la prueba era más grande y oscura de lo que había imaginado, con una camilla en el centro y una maquina de apariencia familiar al lado. Todavía no hacía pum-pum. Al fondo, había una pared que estaba acristalada. Aquello le parecío la NASA. No sabía que muy pronto aparecería el cohete...

Una chica rubita, de no más de veinticinco años, apareció en la sala con una bata blanca. Parecía una enfermera. Tenía el pelo corto y era guapa. Se quedó mirando a mi amigo que estaba muy recto, estirado sobre la camilla. Sonriendo. Tiene que bajarse los pantalones, los calzoncillos y ponerse de lado en posición fetal. Mi amigo ahora observaba con un pánico enorme el angelical rostro de la chica. Como un jodido autómata obedeció. Sus ojos quedaron fijos en una triste pared. La mano de la chica se apoyó en su cadera. Aquello fue hasta sensual. Hasta que la chica habló. Mire de relajarse. Ya se que es difícil. Respire ondo. Y zasca. Cohete para dentro. Notó cómo se le erizaba todo el vello del cuerpo. Durante casi diez minutos la chica emuló a Indiana Jones y buscó el arca perdida en el culo de mi infeliz colega. Respire hondo. Relájese. Mi amigo quiere proponerle un simpático juego griego de relajación a la rubita guapa pero su exquisita educación se lo impide. 

Creo que he visto algo. Voy a llamar al doctor, le dice la chica de bata blanca a mi amigo. Lo que faltaba. Un tumor maligno. Ahora me voy a morir. Mierda. Llega el doctor. Vamos a tener que meterle esto un poquito más para observar mejor. Si me lo mete un poquito más me saltarán algunas muelas, doctor, responde mi amigo temblando. El doctor no le ríe la gracia a mi colega. La medicina y el sentido del humor se han divorciado definitivamente. Y zasca. Más lagrimás que se escapan de sus ojos. Le duelen las mandíbulas de apretar los dientes. Lo que está pasando en su culo no hay palabras en el mundo para describirlo. Si Tolkien estuviera vivo, tal vez. El doctor Torquemada, moviendo el aparato como si fuera una jodida batuta, aprovecha para darle una lección magistral a la rubita. Aquí tendrían que poner música, murmura mi amigo a punto de desmayarse. Ya hemos acabado. No tiene usted nada. Vístase. Así. Sin más. Sin un beso. Sin una caricia. Sin una mamada. Los recortes han deshumanizado la Seguridad Social de este país...

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